Las noches de veranos están hechas para mirar las estrellas, se ven miles, y así mirándolas, desde cualquier parte en que nos encontremos es fácil dar rienda suelta a la imaginación. No importa que veamos las constelaciones y recordemos sus historias de amor o de guerras o que sean las lluvias de las Perseidas las que nos hagan llorar con San Lorenzo.
Cuando miro al cielo en las cortas noches de verano, recuerdo aquello que leí sobre la orbita basura. ¿Donde estará esa orbita en la que descansan para la eternidad todos los artificios que hemos lanzado al espacio y que ya son inútiles?
Pero sin duda, muy cerca tal vez de ella, debe de haber otra órbita escondida que aun nadie ha descubierto pero que debe de ser mucho mas real, aquella donde giran los sueños imposibles, porque es seguro que todos creemos en que los sueños imposibles están en algún lugar de ese cielo estrellado que en verano miramos con mayor descaro.
Se llamará la orbita de los sueños imposibles, y en ella circularán a una velocidad directamente proporcional a la fuerza de nuestro deseo, cada una de esas cosas que cuando cerramos los ojos todas las noches de nuestra vida, vienen a nuestra mente. Estará llena a rebosar y será una prueba uniquivoca de los milagros de Dios, el hecho de que no se produzca un choque entre esos cuerpos celestes que siendo tan distintos circulan a velocidad tan dispar y ocupan un espacio tan preciso. Tal vez el verdadero peligro de nuestra civilización sea el cataclismo cósmico que se puede producir cuando esa órbita estalle en mil pedazos y contagie en un desastre universal a todo un firmamento que mantiene un equilibrio que se me antoja extremadamente inestable.
Allí estarán las grandes aventuras, los deseos inconfesables, las pasiones, Estarán el amor y el odio y quiero soñar que el poder y el dinero serán los que ocupen los últimos puestos de una dimensión demasiado estrecha para caer en la mezquindad.
Allí estarán las grandes proezas que la humanidad tiene que vivir todavía y que hoy son tan solo un sueño imposible en la mente de algún loco que merece llamarse hombre. Estarán las sonrisas de muchos infelices que esperan que alguien o algo las haga posibles.
En las noches de verano cuando miro a las estrellas, yo busco la orbita donde residen mis sueños, entre osas polares Casiopeas y pléyades, planetas ocultos en la oscuridad, sé que están allí arriba, están tan lejanos para mi como la HE 1523-0901, pero la inmensidad del cosmos me consuela con la seguridad de su presencia.
Las noches de verano se ha hecho para soñar, y las estrellas son como alfileres en los que se enganchan los sueños y por eso les ponemos nombres, para que otra noche cuando volvamos a mirar al cielo sepamos donde agarrarnos y comenzar a imaginar aquello que nos gustaría vivir, pero la orbita de los sueños imposibles esa no se ve ni siquiera en las más claras noches de verano, pero no por ello no existe. Los sueños imposibles están ahí en algún lugar del infinito.
Las noches de veranos se han hecho para buscar la orbita de los sueños imposibles. Y a fuerza de buscarlos creer en ellos con tal fuerza que durante todo el resto del año se hagan realidad.
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