Cada ola que llega a Cádiz trae un granito de sal y con la
marea, una a una, lo van dejando despacio, soñando en la arena. Cuando las gaditanas se bañan en
noches de luna, se lo llevan, presumidas, pegado a la piel.
Qué bien saben tus besos en la orilla del mar.
El sol cada tarde,
cuando llega detrás del castillo de Santa catalina, muere en Cádiz, se para, se baja del carro que lo lleva hacia
el otro lado… , entonces, sin mirar siquiera el malecón de la Habana, se
queda allí muriendo con los ojos puestos en la Caleta. Qué muerte más buena...
Déjame dormir aquí
El viento de levante que vuelve loco a los marineros, me
arrastra de tu cara a tus labios y al final, siempre quedo enredado en tu pelo
negro, como un cometa que se agarra a su
seda para no escaparse. Llévame
vientecito amigo por el Puerto, la viña y déjame descansar en el Mentidero.
Por la bahía las gaviotas bailan
Levántame sin miedo
que quiero verla pisando la arena salada, en una mañana de sol, en el atardecer
triste del día que se cambia por la
noche y no quiere morir. Cuando descalza paseando por las playas del
Puerto, sus pies juguetean con las
olas, su pelo con el viento y su corazón
con mi alma.

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