
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
Benedetti
Me robaron la sonrisa, fue una noche sin luna, de esas en que
los enamorados apenas si se esconden, de esas en que nunca miramos al cielo. Ocurrió
entre las 9 y las doce y media, cuando ya mis glóbulos rojos se habían ido de
copas con las plaquetas y mis partículas
de glucosa se recuperaban plácidamente.
Fue un robo con premeditación, alevosía,
nocturnidad y unas dosis de ensañamiento que prefiero no recordar. Aunque no la tenía escondida, solo los ladrones
conocían sus secretos, incluso la
compartía con ellos con total confianza. En el asalto no usaron armas blancas sino un gran alma negra, que
dejo un reguero de destrozos
colaterales en todo mi ser.
Si alguien, por azar o por algún motivo extraño sabe de su
paradero. Si alguien puede dar señales de su estado o por pura casualidad la
encuentra arrumbada en las inmediaciones de algún estercolero, que no se
preocupe, ¡que no intente recuperarla!, que huya del lugar con la velocidad del
corazón y se aleje de las personas sospechosas porque los ladrones de sonrisas,
son gentes de extremado peligro, taimados que pueden quitarte la mirada,
algunos sentimientos, incluso la esperanza.
Pero por la mañana,
del cajón donde guardo los suspiros de
la adolescencia, el wisqui escocés para casos de emergencias, y el poema que aun
tengo que escribir, he sacado otra risa.
Tengo muchas guardadas, la del primer beso, la de aquel viaje al viejo mundo, la de los chistes en noches de copas, la
del día en que te conocí… No es igual que esa que se llevaron, amparados en mi confianza, pero con un poco de práctica me puede ser muy útil,
incluso con el tiempo puede ser muy
parecida. Al principio me hacia rozaduras en los labios y los dientes
rechinaban con ella pero el dentista de la seguridad social , con el torno a
máxima velocidad ha acabado por
encajarla.
La noto diferente, pero la llevo mejor agarrada, esta vez no
quiero que me la vuelvan a quitar. Aunque no la pienso esconder, porque quiero disfrutarla, quiero compartirla
incluso si se tercia en una tarde de primavera, te la regalo a cambio de tus caricias.
Los amigos no me
dicen nada, me consuelan diciéndome palabras de ánimo, los que no
saben mi historia ni siquiera lo notan, pero la
rubia de la fotocopiadora, estirándose
la minifalda hacia abajo, hoy por primera vez, me ha saludado con una sonrisa cuando nos hemos cruzado.
1 comentario:
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