lunes, 12 de noviembre de 2012

AVISO DE ROBO


Defender la alegría como una trinchera 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas 

Benedetti


Me robaron la sonrisa, fue una noche sin luna, de esas en que los enamorados apenas si se esconden, de esas en que nunca miramos al cielo.   Ocurrió entre las 9 y las doce y media, cuando ya mis glóbulos rojos se habían ido de copas con  las plaquetas y mis partículas de glucosa se recuperaban  plácidamente. Fue un robo con premeditación,  alevosía, nocturnidad y unas dosis de ensañamiento que prefiero no recordar.  Aunque no la tenía escondida, solo los ladrones conocían sus secretos,  incluso la compartía con ellos con total confianza. En el asalto no usaron  armas blancas sino un gran alma negra, que dejo un reguero  de destrozos colaterales  en todo mi ser.
Si alguien, por azar o por algún motivo extraño sabe de su paradero. Si alguien puede dar señales de su estado o por pura casualidad la encuentra arrumbada en las inmediaciones de algún estercolero, que no se preocupe, ¡que no intente recuperarla!, que huya del lugar con la velocidad del corazón y se aleje de las personas sospechosas porque los ladrones de sonrisas, son gentes de extremado peligro, taimados que pueden quitarte la mirada, algunos sentimientos, incluso la esperanza.
Pero  por la mañana, del cajón donde  guardo los suspiros de la adolescencia, el wisqui  escocés  para casos de emergencias, y el poema que aun tengo que escribir, he sacado otra risa.
Tengo muchas guardadas, la del primer beso, la de aquel  viaje al viejo mundo,  la de los chistes en noches de copas, la del  día en que te conocí… No  es igual que esa que se llevaron,  amparados en mi confianza,  pero con un poco de práctica me puede ser muy útil, incluso con el tiempo puede ser  muy parecida. Al principio me hacia rozaduras en los labios y los dientes rechinaban con ella pero el dentista de la seguridad social , con el torno a máxima velocidad  ha acabado por encajarla.
La noto diferente, pero la llevo mejor agarrada, esta vez no quiero que me la vuelvan a quitar. Aunque no la pienso esconder,  porque quiero disfrutarla, quiero compartirla incluso si se tercia en una tarde de primavera, te la regalo a cambio de  tus caricias.
 Los amigos no me dicen nada,  me consuelan  diciéndome palabras de ánimo, los que no saben mi historia ni siquiera lo notan,   pero  la rubia  de la fotocopiadora, estirándose la minifalda hacia abajo, hoy por primera vez,  me ha saludado con una sonrisa  cuando nos hemos cruzado.

1 comentario:

lucía dijo...

Más lo leo y más me gusta...