Lo tengo guardado en el cajón secreto, junto al dinero de emergencias,
al viejo reloj de mi padre, junto a tus
papeles escritos, tus miradas perdidas y tus palabras que el viento arrastró.
¿Recuerdas aquel beso que no nos dimos aquella tarde de
lluvia? Estuvo jugueteando entre nosotros, mientras nuestras manos se agarraban
furiosas a algo que estaba naciendo, nuestros cuerpos se apretaban bajo aquel
paraguas buscando refugio no solo del agua sino inventando una soledad
necesaria y soñada. Tu brazo agarraba el mío y el mío buscaba tu cintura para
enlazar el nudo que te sujetara junto a mí.
Lo encontré ayer noche, ya madrugada de un hoy que no debió
llegar, seguía jugando entre risas y palabras dichas al oído, mientras riendo, hacía
equilibrios en el trapecio de unos zarcillos de mujer. Desde el primer momento, supe que era él. Y el también me reconoció aunque se empeñara
en disimular un encuentro que los dos temíamos. Se quedó enganchado a unos labios rojos como los tuyos, en los que hacia acrobacias para no caer. Se escondió entre vasos de gin tonic, wuisquis y copas de colores pero lo encontré
de nuevo flotando entre los trozos de hielo
de un chupito de tequila.
Unos ojos negros lo rescataron, y créeme que la negociación
para que ella me lo entregara no fue ni corta ni fácil. A cambio de ese beso
esquivo, que tú extraviaste, ofrecí tres
canciones de Sabina, mil sonrisas, toda la pena que fui capaz de generar en una
noche de copas, un hueco en mi soledad, dos poemas de Neruda y un piropo atrevido a un escote que me hacía
perder la vista.
A modo de suplica, mi mano se deslizó por su flequillo y le
despeje, con un gesto lento, su mirada
de mujer cansada. Y en ese momento comenzó una historia que parecía dormida en el pasado
de ambos , los dos seres recién encontrados se juntaron, las manos se apretaron y comenzaron a
recorrer caminos solitarios, los labios
exploraron sabores secretos que nunca acaban de saciar.
Tu aroma sorprendido en algún recoveco de su cuerpo, de nuevo me envolvió.
Ella poco a poco fue dando todo lo que sin duda guardaba y que no le pertenecía, yo le fui entregando con cada una de sus miradas, todo lo que desde aquella tarde de lluvia había querido dar. ¡Qué difícil hubiese sido ponernos un nombre!
Tu aroma sorprendido en algún recoveco de su cuerpo, de nuevo me envolvió.
Ella poco a poco fue dando todo lo que sin duda guardaba y que no le pertenecía, yo le fui entregando con cada una de sus miradas, todo lo que desde aquella tarde de lluvia había querido dar. ¡Qué difícil hubiese sido ponernos un nombre!
Hubo más silencios
que palabras, más sonrisas que carcajadas, más pasión de lo que ambos
hubiéramos imaginado. Nunca quiso ser
otra persona y nunca lo fue, pero entre caricias, cada uno, fuimos encontrando recuerdos,
sueños, objetos perdidos en
tardes de olvido. Gestos, como aquel dedo tuyo que se posaba en mi boca
cuando te decía, aquello que tú,
orgullosa, fingías que no querías oír, aparecieron perdidos entre arrugas
olvidadas. Las palabras que otro no dijo, yo se las fui recitando una a una, mientras ella las iba guardando en
un cofre secreto que yo me empeñaba con colmar.
A la hora de las despedidas hubo poco que recoger, recuerdo
que cuando ya todo estaba de nuevo en su sitio, en la puerta y a modo de
despedida, ella me entrego ese beso que
nunca nos dimos, ese que jugueteó con nosotros en una tarde de lluvia bajo un
paraguas que soñaba con ser una burbuja de acero. Lo recogí como el que
recupera un tesoro y ahora lo tengo
guardado entre esas cosas que no se enseñan. Con la esperanza de dártelo un día
Yo te besé a ti, ella no se a quien besó.
TOLEDO febrero 2013
Rbermu
TOLEDO febrero 2013
Rbermu

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