domingo, 10 de febrero de 2013

El beso que no nos dimos


Lo tengo guardado en el cajón secreto, junto al dinero de emergencias, al viejo reloj de mi padre,  junto a tus papeles escritos, tus miradas perdidas y tus palabras que el viento arrastró.
¿Recuerdas aquel beso que no nos dimos aquella tarde de lluvia? Estuvo jugueteando entre nosotros, mientras nuestras manos se agarraban furiosas a algo que estaba naciendo,  nuestros cuerpos se apretaban bajo aquel paraguas buscando refugio no solo del agua sino inventando una soledad necesaria y soñada. Tu brazo agarraba el mío y el mío buscaba tu cintura para enlazar el nudo que te sujetara junto a mí.
Lo encontré ayer noche, ya madrugada de un hoy que no debió llegar,  seguía jugando entre risas  y palabras dichas al oído, mientras riendo, hacía equilibrios en el trapecio de unos zarcillos de mujer.  Desde el primer momento,  supe que era él.  Y el también me reconoció aunque se empeñara en disimular un encuentro que los dos temíamos.  Se quedó  enganchado a unos labios rojos como los tuyos,  en los que hacia acrobacias para no caer.  Se escondió entre vasos de gin tonic,  wuisquis y copas de colores pero lo encontré de nuevo flotando entre  los trozos de hielo  de un chupito de tequila.
Unos ojos negros lo rescataron, y créeme que la negociación para que ella me lo entregara no fue ni corta ni fácil. A cambio de ese beso esquivo, que tú  extraviaste,  ofrecí  tres canciones de Sabina,  mil sonrisas,  toda la pena que fui capaz de generar en una noche de copas,  un hueco en mi soledad,  dos poemas de Neruda  y un piropo atrevido a un escote que me hacía perder la vista.
A modo de suplica, mi mano se deslizó por su flequillo y le despeje, con un gesto lento,  su mirada de mujer  cansada.  Y en ese momento comenzó  una historia que parecía dormida en el pasado de ambos , los dos seres recién encontrados  se juntaron, las manos se apretaron y comenzaron a recorrer caminos  solitarios, los labios exploraron sabores secretos que nunca acaban de saciar.
Tu aroma  sorprendido en algún recoveco de su cuerpo, de nuevo me envolvió. 
Ella poco a poco fue dando todo lo que sin duda guardaba y que no le pertenecía, yo le fui entregando con cada una de sus miradas, todo lo que desde aquella tarde de lluvia había querido dar. ¡Qué difícil hubiese sido ponernos un nombre!
Hubo más silencios  que palabras, más sonrisas que carcajadas, más pasión de lo que ambos hubiéramos imaginado.  Nunca quiso ser otra persona y nunca lo fue, pero entre caricias, cada uno, fuimos encontrando  recuerdos,  sueños, objetos perdidos  en tardes de olvido.  Gestos, como  aquel dedo tuyo que se posaba en mi boca cuando te decía, aquello  que tú, orgullosa, fingías que no querías oír, aparecieron perdidos entre arrugas olvidadas.  Las palabras que otro no dijo, yo  se las fui recitando  una a una, mientras ella las iba guardando en un cofre secreto que yo me empeñaba con colmar.
A la hora de las despedidas hubo poco que recoger, recuerdo que cuando ya todo estaba de nuevo en su sitio, en la puerta y a modo de despedida,  ella me entrego ese beso que nunca nos dimos, ese que jugueteó con nosotros en una tarde de lluvia bajo un paraguas que soñaba con ser una burbuja de acero. Lo recogí como el que recupera un tesoro  y ahora lo tengo guardado entre esas cosas  que no se  enseñan. Con la esperanza de dártelo un día   
Yo te besé a ti, ella no se a quien besó.

TOLEDO febrero 2013
Rbermu

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